IDEARIO

IDENTIDAD
1 Los seglares claretianos somos cristianos que tratamos de hacer nuestra la misión de Jesús en el mundo, vivimos las exigencias del Reino y prestamos en la Iglesia un servicio de evangelización según el carisma y el espíritu de San Antonio Ma. Claret, dentro siempre de nuestra identidad seglar.
2 Tenemos a San Antonio Ma. Claret como inspirador y padre y, juntamente con los institutos fundados por él, formamos la familia claretiana.

I VOCACION
1. Somos Claretianos
1.1. Vocación de Claret
3 En el marco de una concepción tan amplia de la evangelización como la que tenía Claret, él se reconoce a sí mismo como "Misionero Apostólico", realidad que es, ante todo, un don del Espíritu que le configura especialmente con algunos aspectos del inabarcable misterio de Cristo. En virtud de este don, Claret se siente identificado con Cristo como: v el hijo preocupado por las cosas del Padre, v ungido por el Espíritu y enviado a evangelizar a los pobres, v Hijo de María, v misionero itinerante que no tiene dónde reclinar su cabeza , v signo de contradicción, perseguido hasta la muerte, que es su victoria , v que comparte con los Apóstoles su vida y misión .
4 Claret responde al don recibido y lo convierte en la clave desde la que vive todo el Evangelio, poniéndose sin reservas al servicio del plan divino de salvación. De este modo, el don se convierte para él en estilo de vida.
o "No piensa sino en cómo seguirá e imitará a Jesucristo en trabajar, sufrir y procurar siempre y únicamente la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas".
o Con gran sensibilidad a los signos de los tiempos, se compromete a combatir los males de la sociedad con la pobreza y la renuncia a todo poder, principalmente al poder del dinero y de la ambición.
o Orienta su servicio misionero por la línea de la redención, de la promoción y liberación del prójimo , aún a costa de su vida, prolongando así el amor salvífico de Dios y de Cristo
o Se siente llamado a la evangelización antes que a otros servicios eclesiales, y movido por la irrefrenable pasión evangelizadora que el Espíritu desata en él se entrega a la evangelización misionera mediante el servicio de la palabra, sin replegarse por el cansancio, las dificultades o las persecuciones.
o Itinerante y pobre como Jesús, responde en cada momento a las necesidades más urgentes de la evangelización.
o Experimenta la presencia materna de María, de la que se siente enviado e instrumento de evangelización.
o Vive en comunión con quienes han recibido del Señor el mismo don y el mismo espíritu del que él se siente animado.
o Suscita nuevos apóstoles, especialmente seglares, que complementan su visión amplia de la evangelización.
1.2. Vocación del Seglar Claretiano
5 Por el carisma claretiano, que cualifica todo nuestro ser, el Espíritu Santo nos capacita y nos destina a un servicio especial en la Iglesia. Identificados por este don con Cristo Misionero, continuamos, como seglares, la misión para la que el Espíritu Santo suscitó en la Iglesia a San Antonio Ma. Claret. El señor nos ha llamado a ser evangelizadores, a anunciar y extender el reino de Dios entre los hombres mediante la palabra en todas sus formas, el testimonio y la acción transformadora del mundo, llevando así la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad para transformarla desde dentro .
2. Somos seglares
6 Todos los cristianos estamos llamados a seguir a Cristo, cada uno según el don recibido. Nosotros hemos recibido, como don del Espíritu, la vocación seglar, que nos capacita y destina a cooperar en la edificación de la Iglesia y la extensión del reino de Dios gestionando los asuntos temporales. Seguir a Jesús como seglares significa para nosotros un modo peculiar de ser Iglesia y de estar en el mundo al servicio del reino de Dios.
2.1. Un modo peculiar de ser Iglesia
7 La consagración bautismal nos configura con Cristo, nos hace miembros de su Cuerpo y partícipes de su ser y su función sacerdotal, profética y real. En virtud de esta consagración y de la unción del Espíritu, que recibimos también en la confirmación, nos convertimos en una nueva humanidad a través de la cual Cristo continúa hoy su misión en el mundo. Cooperamos al crecimiento del Cuerpo de Cristo y la extensión del reino de Dios realizando, desde la clave de la evangelización y como seglares, el triple servicio: sacerdotal, profético y real de Cristo.
8 Por la participación del sacerdocio de Cristo quedamos especialmente capacitados para consagrar el mundo a Dios, ofreciendo al Padre, por medio de Jesucristo y viviendo según el Espíritu: nuestros compromisos de evangelización, la oración, la vida conyugal y familiar, el trabajo, el descanso y las pruebas de la vida. Todo ello lo unimos a la oblación del Cuerpo de Cristo en la eucaristía, en la que nosotros mismos nos ofrecemos al Padre juntamente con la Víctima sagrada.
9 Unidos a Cristo profeta y revestidos de la fuerza del Espíritu, quedamos capacitados y destinados:
 a proclamar, con el testimonio de vida y con la palabra que el Señor Jesús resucitó y vive.
 a confesar nuestra fe en medio de la trama de las realidades temporales.
 a anunciar el absoluto de Dios y de los bienes definitivos y a proclamar la provisionalidad de todas las cosas.
 a denunciar el misterio de iniquidad y a luchar sin desfallecer y sin violencia contra los dominadores de este mundo y en contra de los ídolos de la sociedad.
10 La participación en la realeza de Cristo nos lleva a optar radicalmente por su causa: el reino de Dios. Nos pone a su servicio y al servicio de todos los hombres para renovar la humanidad desde dentro y cambiar las estructuras inhumanas del mundo a fin de que todo sea regido por la justicia, la paz y la caridad.
2.2. Un modo peculiar de estar en el mundo al servicio del Reino
11 Forma parte de nuestra vocación secular el vivir plenamente insertos en el mundo, es decir, en las condiciones ordinarias de la vida matrimonial, familiar y social; el ejercer, con la mayor competencia posible profesiones seculares y el ocuparnos en asuntos de orden doméstico, social, económico, político y cultural. Somos y nos sentimos parte del pueblo y, como ciudadanos, participamos en todas las responsabilidades.
3. Somos cristianos
3.1. Dimensiones de la vocación cristiana
12 Ya antes de que existiéramos, el Padre nos eligió en la persona de Cristo para ser santos en el amor y nos destinó, en Cristo a ser sus hijos. En el bautismo, que explicita y realiza el proyecto del Padre, hemos sido hechos verdaderamente hijos de Dios y partícipes de la naturaleza divina; hemos sido revestidos de Cristo y unidos a El para formar un solo Cuerpo; hemos recibido al Espíritu Santo, que sella y atestigua nuestra condición de hijos, habita en nosotros, nos hace templos de Dios y nos enriquece con sus dones, especialmente con la caridad, carisma supremo , que nos impulsa a amar a Dios y al prójimo . Por el bautismo hemos sido incorporados a la Iglesia, nuevo pueblo de Dios. Por esta elección de Dios y por sus dones estamos llamados todos a la perfección de la vida cristiana, siguiendo a Jesús bajo la acción del Espíritu, y a compartir un día la herencia definitiva de Cristo.
3.2. Radicalismo evangélico
13 Como todos los cristianos, estamos llamados a hacer de las bienaventuranzas nuestra propia regla de vida. Ello implica: optar radicalmente por Cristo y hacer del reino de Dios el valor supremo, a cuyo servicio ponemos todo lo que somos: nuestra vida, nuestra capacidad de amar, nuestra libertad y nuestra relación con los bienes terrenos. La vida según las bienaventuranzas nos exige también renunciar a todas las
seguridades que nos atan y que son un obstáculo para el seguimiento de Jesús y la extensión del reino de Dios.
14 La conciencia de nuestra condición de criaturas, de nuestras limitaciones y de nuestra debilidad, nos hace humildes ante Dios. Sabiendo que nada podemos por nosotros mismos, ponemos en El nuestra esperanza y nuestra seguridad. El mandamiento nuevo de Jesús nos lleva a solidarizarnos y a compartir nuestros bienes con los que sufren la miseria y la injusticia y a ayudares a salir de ellas mediante la promoción humana. El sentido evangélico de pobreza nos impulsa a trabajar, a administrar nuestros bienes con diligencia y a usarlos con criterios de sencillez y de servicio generoso a los hermanos y a la obra de evangelización. Proclamamos con acción de gracias la bondad de todo lo creado y el carácter relativo de los bienes terrenos ante lo absoluto de Dios y de su reino. Rechazamos toda forma de apego a las riquezas, de consumismo y de ostentación como reñidas con el amor a Dios y al prójimo. Esta actitud nos permite crecer en libertad interior y estar más disponibles para el seguimiento de Jesús y el servicio a los hermanos.
15 Sometemos a la soberanía de Dios y a las exigencias del seguimiento de Jesús todas las dimensiones de nuestra afectividad y sexualidad y nos empeñamos en realizar el proyecto de Dios sobre nosotros viviendo un amor totalmente oblativo, sea en el matrimonio o en el celibato por el Reino. Renunciando a toda forma de egoísmo en esta dimensión de nuestro ser, crecemos como personas en la apertura y donación a los demás y nos sentimos más liberados para luchar por la causa del Reino. El testimonio de amor oblativo que damos viviendo la castidad cristiana dentro de las diversas formas de vida seglar, se convierte en denuncia del erotismo y del hedonismo.
16 Como Jesús buscamos incesantemente la voluntad del Padre; la descubrimos en su Palabra, en la oración, en las enseñanzas de la Iglesia, en el diálogo con los hermanos, en los acontecimientos, en los signos de los tiempos y en los proyectos del grupo; y hacemos de ella nuestro alimento. La voluntad de Dios no ilumina y sostiene en el cumplimiento de nuestros compromisos familiares y profesionales. Por la obediencia, abrazada con fe y como seguimiento de Cristo obediente hasta la muerte de cruz, nos unimos al plan divino de salvación, sintiéndonos siempre enviados y colaboradores de la voluntad de Dios que quiere que todos los hombres se salven .
17 El don que hemos recibido y su experiencia que compartimos son lazos de comunión que nos mueven profundamente. Esta comunión carismática, que es ante todo gracia, la expresamos y la desarrollamos en la amistad, la ayuda mutua, el trabajo en equipo, las reuniones, las asambleas, las jornadas de reflexión, de revisión y de oración y en los demás encuentros que cada comunidad programa y, sobre todo, en la eucaristía. Dentro del pluralismo propio de la comunión carismática, los grupos de seglares claretianos son, generalmente, pequeñas comunidades eclesiales, que pueden tenerlo todo en común, como las primitivas comunidades cristianas.
18 Realizamos la dimensión comunitaria de nuestro carisma, no sólo en el interior del propio grupo, sino también en nuestras relaciones con los demás grupos de seglares claretianos, con las otras ramas de la familia claretiana y con la Iglesia local y en el diálogo con las personas de otras confesiones.
II MISION
1. Sentido eclesial de nuestra misión
19 Como miembros del Cuerpo de Cristo participamos en la misión que el Padre confió al Hijo y El, a su vez, encomendó a la Iglesia. El señor resucitado envió de parte del Padre al Espíritu Santo para impulsar y sostener a la Iglesia en su misión. El la guía a la verdad, la unifica en la comunión y la gobierna y dinamiza con múltiples dones. La misión confiada a la Iglesia es anunciar y extender el reino de Dios, es decir, un anunciar la salvación en Jesucristo y llevar a los hombres al encuentro con El ; desarrollar en el mundo la semilla del Reino para renovar a los hombres y hacer una humanidad nueva, conforme a la novedad del evangelio .
2. Misión de Claret y de la familia claretiana
20 La misión de San Antonio Ma. Claret fue la evangelización y, dentro de ella, "el servicio misionero de la Palabra". Por medio de Claret, y para el servicio de la evangelización, el Espíritu Santo suscitó una entera familia de seglares, sacerdotes y religiosos, que él concibió como un ejército de evangelizadores bajo la enseña del Corazón de María. La comunicación del misterio integro de Cristo mediante el servicio de la Palabra ocupa un puesto nuclear en el carisma de la familia claretiana. La Palabra es protagonista en nuestro espíritu de familia: escuchada y acogida, nos evangeliza; anunciada a los demás por todos los medios posibles, en todas sus formas y con la garantía del testimonio, les lleva al encuentro con la Palabra hecha carne.
3. Misión del Seglar Claretiano
21 Los seglares claretianos realizamos nuestra misión evangelizadora principalmente de estas dos maneras: Con la animación cristiana y la acción transformadora de las realidades temporales. Y con la cooperación, como seglares, a la construcción de la Iglesia local como comunidad de fe, de esperanza y de caridad.
3.1. La animación cristiana de las realidades temporales y la acción transformadora
22 Como seglares, encontramos un campo de acción muy específico en la animación cristiana de las realidades temporales: "el mundo vasto y complejo de la política, de lo social, de la economía, de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los medios de comunicación de masas, así como otras realidades abiertas a la evangelización, como el amor, la familia, la educación de los niños y
jóvenes, el trabajo profesional, el sufrimiento, etc.". Animamos estas realidades viviéndolas nosotros mismos con sentido evangélico e impregnándolas del espíritu de Cristo para que queden ordenadas "según la justicia del reino de Dios".
23 La acción transformadora del mundo como forma de evangelización nos lleva a comprometernos en la acción por la justicia y la promoción humana. La acción a favor de la justicia, dimensión constitutiva de la misión de la Iglesia y la que más directamente corresponde al quehacer de los seglares , nos exige comprometernos en la lucha por eliminar las situaciones de injusticia y por sanear las estructuras que las producen para hacer el mundo que Dios quiere. Nuestro compromiso no se limita únicamente a denunciar las injusticias; nos exige, ante todo, ser testigos y agentes de justicia. Como miembros del pueblo de Dios, cooperamos con él y con todos los hombres que buscan la verdad a la promoción humana y a la liberación de tantos millones de personas que se ven condenadas, en fuerza de múltiples esclavitudes, a quedar al margen de la vida.
3.2. La edificación de la Iglesia local
24 Como miembros de la Iglesia local y de las comunidades eclesiales que la forman, cooperamos corresponsablemente a su crecimiento y dinamismo: nos esforzamos en crear un modelo de Iglesia comprometida en la promoción de la justicia en nuestros pueblos. Nuestras relaciones con los obispos y sacerdotes se caracterizan por el espíritu de comunión, colaboración e iniciativa.
25 Como claretianos, tiene especial relieve para nosotros el servicio de la palabra en todas sus formas, desde las conversaciones familiares hasta los medios de comunicación de masas más avanzados. Nos sentimos urgidos a colaborar en la pastoral juvenil, matrimonial y familiar, en las múltiples formas de catequesis y catecumenado, en los medios de comunicación social, en la promoción del laicado, en la formación de nuevos evangelizadores y en el desarrollo de todas las posibilidades que nos ofrecen los ministerios laicales.
26 Cooperamos especialmente en la formación y desarrollo de las pequeñas comunidades eclesiales, que expresan la realidad de la Iglesia como misterio de comunión. Nos empeñamos en hacer de nuestra propia familia una verdadera Iglesia doméstica.
4. Características de la misión del seglar claretiano
27 Las opciones de principio que inspiran nuestro compromiso eclesial y que orientan, como actitudes permanentes, todas nuestras acciones son:
 la inserción plena en el mundo;
 la competencia profesional, que cualifica nuestro servicio a los demás;
 el compromiso por la causa de los pobres y la acción a favor de la justicia;
 la encarnación en la Iglesia local y la colaboración para que nazca y crezca inculturada;
 la promoción de un modelo de Iglesia más comunitario y participativo en el que todos los fieles puedan desarrollar plenamente las responsabilidades y exigencias de su propia misión eclesial;
 el empleo por multiplicar los agentes de evangelización;
 la evangelización misionera que nos mantiene siempre atentos y disponibles para lo que se revele más urgente y necesario en nuestro servicio a la causa del renio de Dios.
III ESPIRITUALIDAD
1. Características de nuestra espiritualidad
28 Nuestra espiritualidad es la respuesta generosa, bajo la acción del Espíritu, al modo concreto de seguir a Jesús expresado en la vocación y misión que hemos recibido de Dios. Nuestra vida espiritual es el punto de confluencia del carisma y del compromiso misionero; donde se unen la llamada de Dios y nuestra respuesta personal a la misma; respuesta que se expresa: v en un estilo de vida según las bienaventuranzas (cf. nn. 13 -18); v en unos compromisos de evangelización arraigados en nuestra vida espiritual, alimentados por ella y que, a su vez, la alimentan (cf. nn. 21-26); v y en las opciones y actitudes permanentes que cualifican nuestra vida y nuestro servicio de evangelización (cf. nn. 27). El Espíritu mismo, que ha sido enviado a nuestros corazones, es quien impulsa y dinamiza nuestra vida espiritual.
29 La vida según el Espíritu nos conduce al pleno desarrollo humano y a la perfecta integración de todas las dimensiones de nuestra persona. En nuestra vida espiritual se funden en perfecta unidad todas las dimensiones de nuestra existencia: nuestra inserción en el mundo, nuestras responsabilidades y nuestras tareas temporales, nuestra acción, nuestra oración y nuestra vida sacramenta, como expresiones inseparables de la realidad única e indivisible del amor con que amamos a Dios y a los hombres.
30 Nuestra espiritualidad es secular y, por ello: v la gestión misma de los asuntos temporales, realizada conforme a la voluntad divina, es para nosotros lugar de encuentro con Dios y de identificación con sus planes ; v realizamos las tareas seculares y luchamos por la transformación del mundo en comunión con Cristo y revestidos de la fuerza del Espíritu ; v la eucaristía, la oración y las demás expresiones de nuestra espiritualidad están fuertemente configuradas por las situaciones, los problemas, las luchas y esperanzas de nuestro pueblo y nos llevan a una efectiva solidaridad con él; v el estado de vida y el servicio profesional que prestamos caracterizan también nuestra espiritualidad .
2. Dimensiones de nuestra espiritualidad
31 Nuestra vida espiritual, como la de Jesús, tiene dos puntos de referencia: Dios y los hombres, y, por lo mismo, dos dimensiones fundamentales: una mística y otra política. Ambas están inseparablemente unidas en su origen -el amor- y en su meta -Dios y su Reino-. En la dimensión mística, gracias a la acción del Espíritu en nosotros, hacemos de Dios y de su Reino el único absoluto de nuestra vida y vivimos el seguimiento de Jesús como el único camino hacia el Padre y como la manera de construir el Reino. Guiados por el Espíritu, realizamos la dimensión política de la espiritualidad comprometiéndonos en la animación cristiana de las realidades temporales y en la acción transformadora del mundo (cf. nn. 22-23).
32 El Padre, por su libre decisión de hacernos hijos en el Hijo y de haber enviado a nuestros corazones al Espíritu Santo, es el origen de nuestra vida espiritual. Y es también el término, porque, con la fuerza del Espíritu, tratamos de vivir como hijos, amándole sobre todas las cosas, poniendo en El toda nuestra confianza, aceptando con gozo su voluntad y entregándonos sin reservas a la realización de su plan de salvación. Como hijos, tratamos de imitar su perfección, su amor a todos y su preferencia por los humildes y los pobres. De este modo somos expresión del amor con que Dios los ama.
33 En el bautismo el Padre por medio del Espíritu nos une a Cristo y nos hace miembros vivos de su Cuerpo. Llamados por Jesús a seguirle, queremos hacerlo viviendo con radicalidad todas las exigencias que El presenta a sus seguidores. Del activo permanecer unidos a Cristo depende nuestro progreso en el camino del Señor y la eficacia evangelizadora de nuestra vida y de nuestras actividades.
34 Vivimos con gozo y docilidad la comunión con el Espíritu Santo que Jesús prometió a sus discípulos y ha enviado a nuestros corazones especialmente en el bautismo y en la confirmación. El impulsa nuestra progresiva configuración con Cristo y nuestro seguimiento de Jesús; da vida a nuestra oración y a nuestra práctica litúrgica y sacramental; nos sostiene en la realización de nuestra misión y evangeliza por medio de nosotros.
35 Dentro del misterio de Cristo, vivimos el misterio materno de María, siempre desde una perspectiva misionera. Con amor filial la contemplamos como modelo de seguidora de Jesús y colaboradora de su misión. Como en Claret, su presencia en nuestras vidas marca nuestra vivencia apostólica: nos forma para la misión, nos envía y, con su presencia materna, hace fecundas nuestras acciones de evangelización. Por eso nos entregamos y consagramos especialmente a su Corazón.
3. Fuentes de nuestra espiritualidad
36 Nuestra vida espiritual se alimenta, se expresa y desarrolla con la Palabra de Dios, la alabanza litúrgica, la oración y los sacramentos, sobre todo la eucaristía y el sacramento de los hermanos.
37 La Palabra de Dios es la fuente primaria de nuestra espiritualidad. Nos descubre el plan de salvación de Dios y nos fortalece y anima en la construcción del Reino. Aceptada con docilidad, nos exige un constante cambio de vida para cumplir la voluntad del Padre y seguir a Jesucristo.
38 Los sacramentos son lugar privilegiado de encuentro con Dios en el Señor Resucitado y, por tanto, fuentes insustituibles de nuestra espiritualidad. En el bautismo recibimos la vida nueva en Cristo, nos unimos a El y a la comunidad de creyentes e iniciamos nuestra andadura como seguidores de Jesús. En este mismo itinerario bautismal se inserta la confirmación, en la que el Espíritu nos fortalece para continuar la misión de Cristo, confesarle y dar testimonio de El. También el encuentro con el Señor en el sacramento de la penitencia, además de reconciliarnos con Dios y con la Iglesia dinamiza en nosotros el proceso bautismal de muerte y resurrección. En la eucaristía nos unimos al Señor en su misterio pascual para que su soberanía destruya en nosotros el poder de la "carne" y fortalezca la vida nueva iniciada en el bautismo. La eucaristía nos lleva a la identificación con Cristo paciente, víctima de su lucha por anunciar y extender el reino de Dios. Crea y alimenta la comunión fraterna. Este sacramento tiene para nosotros, como tuvo Claret, un marcado sentido apostólico, ya que alimenta en nosotros la caridad que urge a la evangelización y hace de todo claretiano "un hombre que abrasa por donde pasa". Los que hemos recibido el sacramento del matrimonio, amándonos y viviendo la presencia sacramental de Cristo en nuestro amor, nos unimos cada día más al Señor y nos ayudamos mutuamente en el camino de la santidad y del apostolado .
39 Movidos por el Espíritu, buscamos en la oración el encuentro con Dios en Cristo y pedimos al Padre que nos lleve a aceptar su voluntad y a ponernos sin reservas al servicio de su plan de salvación. En nuestra oración ocupa un lugar preeminente la alabanza litúrgica. Nuestra oración tiene siempre sentido secular y apostólico. Para orar no salimos del mundo, ni nos olvidamos de él, sino que oramos nuestra misma situación en el mundo y nuestro esfuerzo por animar y ordenar todas las cosas según el plan de Dios. Compartimos en el diálogo con el Señor los problemas y las necesidades de nuestros hermanos y nuestra entrega a su servicio.
40 Porque el Padre se ha manifestado siempre como el Dios de los pobres y el Hijo, que se identificó totalmente con ellos, continúa presente en los pobres, ellos son para nosotros sacramento de la presencia de Dios y lugar inequívoco de encuentro con El. El Espíritu, que dinamiza los procesos históricos de los pueblos oprimidos, nos impulsa a la comunión con ellos y con su lucha por la liberación

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